Mi lucha

por soylalarva

 

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Uno de mis libros favoritos es «Un día del año», un diario que Christa Wolf escribió siguiendo la idea de Tolstoi.

Christa escribió durante su vida una entrada en su diario un día del año. El que puso Tolstoi es el 27 de septiembre.

Sin poder escapar de su maléfico influjo escribo cada año en este día del año, el día del maldito lazo rosa, mi estado de las cosas.

Me preparo un cacao con jengibre y un chorro de santa paciencia para escuchar  las cosas que dicen en la radio. Dicen en las ondas que somos 26.000 nuevas bautizadas con lazo al año. Dicen que el 82% de la población con lazo sobrevivimos a ello, no sé si se refieren al lazo.

No dicen cuantas recidivas se re diagnostican al año. Ese 20% que muere  no tiene nombre porque no es positivo y en esto del cáncer si no piensas en positivo, estás frita.

Para mí, que llevo unos años empujando dolores difusos de mayor o menor intensidad, rebotando de consulta en consulta, recuperándome cada mes de lo que me pinchan cada mes, esperando la llegada del día del TAC, esperando día que te tiene que llamar ese número tan largo al que no se puede rellamar, esperando en la consulta de la oncóloga el veredicto de cada revisión, el día del lazo es de pura rabia.

Rabia porque ni las cadenas, ni las gafas, ni los lazos, ni las carreras ni los ejemplos de superación, ni las preciosas fotos en tetas perfectas de las famosas que nos regalan su lucha con pañuelo hacen que seamos más o menos visibles.

Dice mi santa Woolf, que lo que no se nombra no existe. Y bien, nombramos tanto el cáncer de mama, lo hemos bruñido hasta que nos parece menos mortal y más rosa.

Somos tantas las bautizadas, las del tatuaje en el escote… que menos que hacer una fiesta.

Correr sin parar, pasar mensajes de wuasap, andar en marcha nórdica, porque algunas de correr ni hablamos, ponernos un lazo en la solapa, desfilar, postular, vender lotería y escuchar a los médicos con sus avances y sus nuevos tratamientos personalizados, estudios genéticos y alardear de la prevención es todo uno.

Y marea. Nos marea mucho a las que nos cuesta un potosí levantarnos de cama, a las que echamos bilis porque hace tres días que nos pusieron la quimio, la las que se nos cae el pelo a mechones, a las que nos come el tratamiento, a las que las quemaduras no nos dejan mover los brazos.

A las que en la consulta, con la doctora a contraluz nos dan la noticia por primera o por segunda vez. A la que coronan con la palabra metástasis.

A mi me parece bien que se acuerden de nosotras una vez al año. Disfruten.

Nosotras continuamos con la lucha igual que ayer en nuestra sesión del Luau donde sumamos tres tetas y dos son de plástico.

Igual que mañana que toca revisión.