La nueva mujer biónica, día del cáncer de mama y 3

por soylalarva

máquina y rayo

«La última sesión de radio, un mes y medio, cada día. “Ya está, ya está, ya está”. Me costaba quedarme quieta. Cerré los ojos. La máquina inició su recorrido habitual guiada por las marcas dibujadas con rotulador sobre mi piel.

De pronto, a través de los párpados cerrados, me pareció percibir un fulgor intenso, primero azul y después blanco. Abrí los ojos, pero el resplandor me había cegado y no distinguí más que contornos borrosos. Después, una ola de calor empezó en la zona del pecho derecho y se extendió por todo mi cuerpo. Me ardían los dedos de las manos y de los pies y se me escapó un gemido de dolor. −¿No ha visto un rayo blanco?. Le pregunté a la doctora que desde la cabina en la que controlaba los aparatos. −No. ¿Está bien? ¿Podemos seguir? No sabía si estaba bien, pero podían seguir.

Era la última. “Ya está, ya está, ya está”.

Al terminar, volví a constatar que allí nadie había visto el rayo, el rayo misterioso que no hacía nido en mi pelo, como en el tango, sino en mis manos y pies que seguían ardiendo. Pero, como siempre decían; todo es normal.

“Ya está, ya está, ya está”. Yo sólo quería salir de la clínica.»

Miss Fifty de Rosa Ribas, editado por entregas en Sigueleyendo